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domingo, 19 de diciembre de 2010

Experiencia Personal - Mi primer Maraton - 19 de Diciembre del 2010


Mi primer maratón.
Cuando descubrí que el corazón es más fuerte que la mente y las piernas.
Por Pablo Salazar.
19 de Diciembre 2010.
Me aconsejaron que no lo corriera. Que mi tiempo de entrenamiento no era suficiente. Que mi carrera larga en entrenamiento (26 km) no me aseguraba terminar toda la ruta. Que los dolores que traía en la pierna todavía el día anterior a la carrera podían ser síntoma de un problema mayor. Que si llegaba a la meta lo iba a hacer de rodillas y con la ambulancia detrás de mí.
Pablo Salazar
Me gustaría decir que ninguna de estas advertencias me importaron y que estaba totalmente seguro de mí mismo respecto a la carrera, pero sinceramente no lo estaba. Se supone que hay que escuchar a los que tienen experiencia respecto al tema que te interesa y sobre lo que estás intentando hacer y evitar así consecuencias de las cuales uno luego se arrepienta. Hay que ser lógicos y objetivos. Si al considerar una situación ésta no resiste un análisis serio que asegure su realización, hay que descartarla.
En nuestro corazón hay anhelos, ilusiones, sueños que estoy seguro Dios ha sembrado en ellos. Pero aunque los conocemos y debido al temor de arriesgarnos a llevarlos a cabo y fallar, nuestra mente se encarga de bloquearlos, anteponiendo excusas o razones para no hacerlos. A veces tenemos deseos que obedecen más bien a nuestros impulsos naturales que no corresponden a la voluntad de Dios y los vestimos como que son reales y que son los que Dios quiere. Así que las cosas que realmente nos darán gozo por ser semillas de Dios en nuestro corazón, las bloquemos; y las cosas que más bien corresponden a deseos egoístas sin más alcance que sólo satisfacernos a nosotros mismos, nos morimos por ellas.
Definitivamente quería correr este maratón, y aunque dudé aún durante la semana previa por los comentarios adversos, ninguno fue tan fuerte como para olvidarme de mi objetivo. No estoy diciendo que Dios sembró en mi corazón que debía participar en esta carrera, pero sí estoy diciendo que si intento algo conforme a su voluntad, no hay razón o excusa para no hacerla.
Mi estrategia para la carrera era muy conservadora, buscaba seguir un plan para el recorrido total de 4 hrs 30 min. Me acompañaron mis hijos para estar presentes en la salida, necesitaba la mayor motivación y de donde podría obtenerla mejor sino de ellos. Estaba un poco frío, con un poco de viento y mucha brisa, se me figuró una típica mañana de invierno en Tijuana.
Tenía pensado llegar al km 32 y de ahí considerar que empezaba una carrera de 10 km, siendo esta distancia mucho más manejable para mí. Hasta el kilometro 22, 23, fue como un paseo, me sentía entero, fuerte y sin ningún problema para completar la ruta de acuerdo al plan que había establecido, aún no sentía necesidad de tomar ningún sólido en los abastecimientos sino con solamente agua me sentía bien. Me adelanté al grupo que había tomado de referencia para mantener mi ritmo de carrera ya que ellos le empezaron a bajar un poco. Sinceramente pensé que ya nadie de los que había dejado atrás me alcanzaría de nuevo y más bien seguiría rebasando a los que me fuera encontrando.
Cuando llegué al km 28 me sentía bien aún y quise alcanzar a algunos que alcanzaba a ver a la distancia pero ya no pude forzar mucho porque las piernas no me respondieron como hubiera querido, así que decidí mantener el mismo paso. En el km 30 tomé un poco de una barrita de granola que llevaba, y un poco de miel y un pedazo de plátano en el abastecimiento de ese kilómetro, claro, además del agua.
Km 42
Por fin llegué al km 32 y cuando pensaba que serían más llevaderos los últimos 10 kilómetros, me encontré más bien con el “muro”, donde parece que chocas y no puedes avanzar, seguí así kilómetro a kilómetro y fue un golpe fuerte darme cuenta que me empezaban a rebasar algunos de los que había dejado atrás, me di cuenta que realmente había disminuido mucho mi paso y que no me sentía con mucha fuerza en las piernas para exigirles un ritmo más rápido al que llevaba, así que continué al pasito. En el kilómetro 37, faltando ya “sólo” 5 km, tuve que tomar la decisión de caminar un minuto y correr cuatro, caminar!! no había contemplado esa posibilidad, pero tanto tiempo de golpeteo contra el pavimento estaba lastimándome mucho las plantas de los pies. Así que caminando a ratos y aún viendo pasar por delante de mí a algunos que había dejado atrás, pensé que no iba a terminar, pensé que tendría que abandonar aún ya estando tan cerca. Continué ahora con el plan de caminar y correr y así llegué al último abastecimiento en el kilómetro 40. Tomé una bolsita de agua y un plátano y caminé en lo que los consumía y empecé a correr decidiendo ya no caminar los últimos dos kilómetros y fracción que faltaban.
Para animarme a terminar la carrera, la noche anterior me dijo mi hija que me imaginara que Dios me iba a estar esperando en la meta para darme un abrazo, y realmente ahí estaba. Estaban ellos dos esperándome y les di un abrazo que realmente necesitaba mucho en esos momentos.
Fue una guerra terminar este maratón, guerra contra las opiniones adversas, guerra contra mis pensamientos objetivos y lógicos que me decían que no tenía ninguna necesidad de estar sufriendo en esa carrera, guerra contra mis piernas que ya no querían avanzar más. Con la ayuda de Dios la gané, me sentí feliz de llegar, de encontrar a mis hijos ahí, de abrazarlos. Me sentí flotar el resto del día. Gracias Padre.
Yo también corro en Tijuana agradece el enviarnos experiencias personales tan valiosas que nos  hacen reflexionar no solamente sobre el deporte y la preparación física, estas palabras aportan algo más importante...una verdadera lección de vida, digna de ser contada,bien lo dijo un sabio...
Solo se fracasa cuando se deja de intentar.
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